En 2006 decidimos apostar por un proyecto que nos entusiasmaba, darle un giro a nuestras carreras y hacer lo mismo que hacíamos en las agencias donde trabajamos pero de manera distinta: encontrar las mejores soluciones armando los mejores equipos. Sólo que esta vez, en vez de resolver presentando guiones o bocetos, íbamos a presentar curriculum, portfolios y personas.
Era una jugada, pero confiábamos en que podía funcionar. Y sino, eventualmente, ajustaríamos.
Así fue que desarrollamos nuestro business plan, buscamos nombre, marca e identidad, armamos un ppt de presentación, una web y salimos al mundo a contarlo.
Pasaron los años y eso que apostamos resultó ganador. Y nos dieron ganas de más.
Nos capacitamos como coaches, y ampliamos la oferta de servicios sin cambiar la esencia: mejores equipos con foco en las personas.
Hoy tenemos un trabajo que nos encanta, en el cual seguimos creyendo, creciendo y aprendiendo.
A no tener miedo a probar ¿qué es lo peor que puede pasar?
A que si algo sale mal, o distinto a lo que tenía en mente, siempre puedo volver a intentar y aprender en el camino.
Que generalmente las cosas, en la vida real, resultan distintas a cómo las tenía en mente.
Que aprender es adictivo. Siempre quiero más.
Que el miedo y la incomodidad me ponen en acción.
Que trabajo mejor cuando me divierto.
Que soy buena encontrando motivos para divertirme.
Me encanta escuchar para entender. Y contestar para aportar, no para tener razón. Es el corazón de MedioMundo.
“Aportar valor a los proyectos en los que participo” pensé que era un cliché de los CVs. Descubrí que no todo el mundo quiere lo mismo.
Entendí que desde MedioMundo podemos aportar muchísimo para hacer un mundo más justo y equitativo, abriendo oportunidades sin estereotipos de géneros ni edad ni nada.
Me gusta abrirme a nuevas posibilidades, y ayudar a que otras personas también se abran.
Que se puede ser activista con una sonrisa siempre. O casi siempre.
Que puedo equilibrar trabajo y vida personal.
Que para eso tengo que amigarme con mis decisiones. Y soltar.
Que está bueno escribir lo que pienso/ siento, y cada tanto releerlo.
Escuchar sin juzgar.
Escucharme y darme cuenta que cuánto más me escucho me equivoco menos.
Que no todos queremos lo mismo.
Que mis motivaciones van cambiando con el tiempo.
Que mis valores se mantienen intactos.
A adaptarme a los contextos porque los cambios son permanentes.
A animarme a llevar adelante lo que quiero hacer y no temer a la exposición.
A bancarme los pifies y disfrutar de los procesos más allá de los resultados.
A pedir ayuda.
A poner límites.
Dejé de ser tímida.
Que me aburren las rutinas y cada tanto necesito sumar algo nuevo.
Que me gusta seguir aprendiendo y quiero hacerlo siempre.
Que aprendo mucho más con el intercambio con otras personas.
A dejar que fluyan las cosas y controlar la impaciencia.